sábado, 9 de junio de 2012

Neptuno

Después de la exclusión de Plutón del Sistema Solar, Neptuno es el último planeta. Es invisible a simple vista y se parece a Urano hasta en los hermosos colores característicos de su atmósfera nubosa, debidos a la presencia de metano.
Tiene características muy distintas a las del resto de los planetas exteriores. Por la geometría de las órbitas de Neptuno y Plutón, a veces Neptuno está más alejado del Sol que Plutón. Fue lo que sucedió en 1979-1999, pero habitualmente Plutón es el “planeta” más alejado y alcanza una distancia máxima del Sol, que es casi 1,5 veces el máximo alejamiento por Neptuno.

La presencia de un octavo planeta ya había sido prevista por Adams y Le Verrier, quienes observaron algunas irregularidades en el movimiento orbital de Urano justificables por la acción gravitatoria de un cuerpo exterior de grandes dimensiones. Pero Neptuno estaba al límite de las posibilidades de observación de los instrumentos de la época y su descubrimiento, realizado por los astrónomos del observatorio de Berlín el 23 de diciembre de 1846, fue el mayor resultado astronómico del siglo XIX.

Si en aquella época apareció como un disco pequeño azulado verdoso, ahora sabemos que no es en absoluto pequeño: en dimensiones sigue a Júpiter, Saturno y Urano. Eso fue prácticamente todo lo que sabía sobre Neptuno hasta 1989, año en que llegó la sonda Voyager 2 y que cambió el modo de pensar sobre este planeta. En las fotografías, Neptuno aparece como un hermoso planeta azul con matices, manchas y tenues estrías blancas. En su superficie se observaba una mancha oscura tan grande como la Tierra: como en el caso de la gran mancha roja de Júpiter, se trataba de una tormenta en condiciones estacionarias que, más tarde, desapareció, como demuestran las recientes imágenes del Hubble. Dado que la Voyager 2 pasó a gran velocidad y durante muy poco tiempo junto al planeta, se recogieron informaciones ulteriores sobre Neptuno mediante telescopios más potentes desde la Tierra y desde el Hubble.

Aunque el nombre de Neptuno recuerda al del dios del mar y su aspecto blanco-azulado recuerda el color del agua, no significa que el planeta esté cubierto de océanos. Al igual que en Urano, el color de la atmósfera (formada principalmente por hidrógeno y helio) se debe a un pequeño porcentaje de metano. Como en el resto de planetas exteriores, la atmósfera impide ver la superficie helada de Neptuno, barrida por torbellinos, tormentas y vientos que soplan paralelos al ecuador a 2.000 km/h –los vientos de Neptuno son los más rápidos del Sistema Solar-. La temperatura media se sitúa alrededor de -200ºC y, como en el resto de los planetas exteriores, Neptuno también emite más energía de la que recibe.

Como Urano, posee un campo magnético más débil que el terrestre y un sistema de cuatro anillos por partículas de hielo de agua con dimensiones que oscilan entre la millonésima de milímetro y unos anillos de Neptuno no tienen una densidad uniforme: en algunas zonas es muy alta, mientras que en otras la materia se ratifica.

En la actualidad se conocen ocho satélites de Neptuno, todos de dimensiones muy inferiores a las de la Luna. Los mayores son Proteo, el cuerpo más oscuro del Sistema Solar (sólo refleja el 6% de la luz solar); Nereida, con una trayectoria muy elíptica e inclinada respecto al plano ecuatorial de Neptuno, y Tritón, el más pesado, que rota en sentido inverso. En particular, Tritón presenta dimensiones similares a la Luna y suscita el interés de los planetólogos por algunos géiseres de nitrógeno gaseoso que han sido fotografiados y que alcanzan muchos kilómetros de altura. Además, goza de una atmósfera propia, probablemente contiene un 25% de agua y tiene una estructura rocosa. La superficie, a temperaturas bajísimas –similares a las de Plutón (unos 34,5 K)- está presumiblemente cubierta por metano, anhídrido carbónico y nitrógeno congelado.

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